Gratitud



gratitud

que me infla las muelas

me emociona los dedos

me mancha la panza


gratitud inevitable

entrándome en los pulmones

en los lunares

debajo de las uñas

adentro de los ojos

encima de la lengua


gratitud intoxicante

serena

que escribe mis paredes

raya mis vidrios

ensucia mi suelo

ríe en mi cama

y en mi baño


gratitud que amenaza con quedarse

para siempre

y se queda


gratitud


y nada más


(2009)

(foto Corbis)














No se trata

de escribir millones de metáforas

o rimas

en una poesía inolvidable.


Se trata

de activar los viejos mecanismos del alma

para poder armar

un pedacito más de eternidad.

(2000)

(Foto H. Cartier-Bresson)

Perdida


“No estaba.

¡Estoy seguro!

No estaba.

Me he perdido.”

(Oliverio Girando)

Más perdida

que navidades viejas,

y anteojos en desuso.


Más perdida

que la infancia,

los sueños concretados,

los sueños sin concretar,

y los segundos anteriores a este segundo.


Más perdida que el tiempo indómito.


Más perdida que mi propia sangre entre tanta anestesia.


Perdida.

Bien

(pero bien)

perdida.

(2004)

(imagen Leon Ferrari)




antes de convertirme definitivamente en hielo sentiré cómo las agujas que velan por los segundos agotados se me clavan en cada uno de los poros liberando una burbuja de agua y veré al lunar del cielo ponerse blanco y derretirse sobre el tajo del mar tan rápido que mis ojos se quemarán sin pausa ni dolor
y así moriré por fin

(2006)
(foto Corbis)

Ella se hace arena



Ella se retuerce

se estremece

se acalambra

se encoge y se agranda

se mueve

espasmódica.


Él la sostiene

clavada, atrapada,

la trae y la lleva

la empuja y la abraza

con sus brazos la envuelve

la aleja y la acerca.


Ella tiene una herida

al rojo vivo

y latiendo

hinchada y dolorosa

dolorosa y placentera.


La herida

se agranda

y él acelera.


Ella gime

para que él la recuerde.


Y de pronto

en el último espasmo que la acerca al primer espasmo

ella empieza

a disolverse

a hacerse arena

a volarse con el viento

a caerse

a perderse

y a escurrirse entre los dedos

inatajable

incontenible

incapturable.


Ella se hace arena

resbaladiza

inevitable

irremediable

irreversible

se disuelve y así


él la pierde.

(2008)

(imagen Corbis)

2



A Ángeles

Al fin tu garganta
escupió al demonio
que llevabas desde siempre
y desde nunca.
Afuera
lo sacaste
afuera.
Y cultivaste leche
y sangre dulce
sangre virgen
y dulce.
Y tu vientre se infló de promesas
de amor
de vida.
Y tu cuerpo se hizo cuna
tu piel se hizo abrigo
tu voz se hizo arrullo.
Tu alma se multiplicó
y tu carne también.
Ya no estás sola.
Ya sos dos.
(2002)

Llegaste


Llegaste.

Entraste. Me miraste. Respondiste. Me miraste de nuevo. Preguntaste. Nos miramos. Nos conocimos. Hablamos. Te reíste. Te acompañé. Nos fuimos. Nos reencontramos. Nos acercamos. Nos hablamos. Nos reímos. Nos coqueteamos. Nos halagamos. Nos reímos de nuevo. Nos reímos mucho. Nos soñamos.

Me miraste. Me tocaste. Entendiste. Te ilusionaste. Me abrazaste. Bailaste. Me llamaste. Me invitaste. Fumamos. Caminamos. Volamos. Nos reímos. Corrimos. Llegamos. Me llevaste. Nos reímos. Hablaste. Me miraste. Me tocaste. Dudaste. Me tocaste de nuevo. Me agarraste. Te acercaste. Me susurraste. Me escuchaste. Te reíste. Me agarraste. Me abrazaste. Te apoyaste. Te reíste.

Te besé.

Temblaste. Me hablaste. Temblaste de nuevo. Me abrazaste. Cantaste. Nos acostamos. Me acariciaste. Me tocaste. Me preguntaste. Me tranquilizaste. Me besaste. Me tocaste. Me besaste de nuevo. Me desnudaste. Nos desnudamos. Me mostraste. Me chupaste. Nos acariciamos. Me preguntaste. Nos tocamos. Me preguntaste de nuevo. Llegaste. Gritaste. Llegaste. Sonreíste. Sonreímos. Nos abrazamos. Nos dormimos. Nos despertamos. Nos bañamos. Nos vestimos. Nos desvestimos. Nos rozamos. Nos vestimos. Nos fuimos.

Me extrañaste. Me llamaste. Me raptaste. Me besaste. Me hablaste. Me susurraste. Me deseaste. Me comprimiste. Me desnudaste. Nos acostamos. Nos chupamos. Nos bañamos. Nos reímos. Nos abrazamos. Nos fotografiamos. Nos reímos de nuevo. Nos besamos. Nos imaginamos. Nos separamos. Nos extrañamos. Nos reencontramos. Nos reímos. Te reíste. Nos ilusionamos. Volamos.

Dudaste.

Bajaste.

Temiste.

Bajaste más. Dudaste más. Hablaste.

Dejaste de reírte. Dudaste de nuevo. Te arrepentiste. Te alejaste. Te entristeciste. Me advertiste. Dudaste. Temiste. Temiste mucho. Te alejaste. Te encerraste. Te cerraste. Mentiste. Lloraste. Te alejaste. Me lastimaste. Mentiste. Me lastimaste de nuevo.

Te fuiste.

mayo.2008

(imagen Corbis)

Explicaciones sobre el mar




Gran extensión de agua salada que ocupa la mayor parte del Planeta Tierra.

Espejismo del vacío.

Disfraz del aire ocultando el abismo.

Inmensa lengua salada que chupa el límite hasta cansarlo de erotismo.

Masturbación depravada de gemidos y espuma.

Saliva de arena que lame el sexo de una bahía abierta.

Boca mogólica y babosa comiendo el final de la tierra firme.

Niña asustada por penetración a la fuerza.

Extraño hipnotismo que espera y que llama.

Rugido apretado, masoquista y espeso.

Cachetada de la Inmensidad por pecado de insolencia.

Revelación de orgullo y pedantería.

Manta de soberbia arrastrándose hacia…

Vidrio viejo y arrugado que se derrite.

Veneno plateado ardiendo de frío.

Gastado reflejo del cielo.
(2005)
(foto Ana Arcioni)

Ser uno mismo



Ya no creo en el ser humano

ni en la ausencia de la mugre

ni en la promesa de felicidad que hay detrás de todas las cosas.


Ya no creo en las voces

ni en lo que es ser uno mismo

ni en la palabra nunca

ni en la palabra siempre.


No creo en lo abstracto

ni en lo general ni en lo universal.


No creo en los ojos

ni en los poetas.


Y menos en el cielo.


Creo en la tos

y en los estornudos.

Creo en los bostezos

y en los parpadeos y en la garganta.

Creo en los huesos,

en el sistema circulatorio,

y en la elección de construirnos en cada momento.


Creo en las proteínas

y en las neuronas,

pero no creo en la nobleza del cuerpo.


Creo en la transpiración

y en las convulsiones.


Y creo

en lo intuitivo,

en lo genuino.


En lo verdadero.

(2003)

(foto Corbis)


MIMO





Me hubiese encantado decirte
cuánto me habría gustado
bajar del vagón con tus versos entre mis dedos,
cuánto me habría alegrado
ayudarte a vivir de tu condición de poeta
y alimentarte,
bajo el costo mínimo de una moneda,
con la propia riqueza de tus sensaciones
contorneadas sobre una hoja
y disfrazadas de tinta.

Me hubiese encantado abrazarte
y felicitarte
por poder guardar herméticamente
tu frágil almita en el frasco de tus huesos,
y salir a la ciudad de los sueños rotos
a acribillar a balazos de belleza
a los pequeños cadáveres
que laten dentro de ese tren.

Me hubiese encantado mirarte
a los ojos
y leer esa sensibilidad extraviada
y diluida en el reflejo de los automóviles,
para decirte: “Yo también, Mimo,
vivo de ilusiones”.

Me hubiese encantado comprar
ese tesoro
y absorber esa locura
que depositaste sobre mi rodilla,
pero en mis bolsillos no había
más que llaves mal copiadas
y billetes de papel higiénico.
Entonces lo único que pude balbucear,
nerviosa y tartamudeando por sentirte tan cerca,
con la plena seguridad de arrepentirme para siempre,
fue un: “Muchas gracias,
pero ya me bajo”.
(2000)
(foto Corbis)

Al fin el mar




Al fin el mar y bajando

rodando

el cuerpo hasta abajo

hasta llegar a la orilla

para sentirlo

venir trayendo cosas

irse llevándose cosas


venir trayendo cosas

irse llevándose cosas.


Al fin el mar limpiando

con lengua de animal delirante

y sal que quema y arde.

Al fin el mar viniendo.

Al fin el mar partiendo

y partiendo

al medio

la vida.

Al medio lo que era en lo nuevo.

En lo tóxico y en el agua.

En lo venenoso y en el aire.


Al fin el mar como paisaje

otra vez en mis sentidos.


Al fin el mar para anhelar la muerte

que obligatoria y dolorosamente

precede al renacer.

(2008)

(foto Josefina Arcioni)

El nuevo cielo



A Violeta Battista


El 21 de Junio amaneció más temprano en Buenos Aires. Era el día más corto del año, empezaba el invierno, pero amaneció más temprano que de costumbre. Extraordinariamente temprano.

De todos modos, como nosotros ya perdimos esa percepción de los milagros cotidianos y nuestra capacidad de asombro está cada día más anestesiada, nadie se preguntó qué era lo que estaba pasando.

El 21 de Junio anocheció como siempre en Buenos Aires. A la misma hora que siempre, con las mismas luces de siempre. Y tampoco nadie se fijó en la puntualidad del sol.

Al día siguiente clareó quince minutos más tarde que el día anterior pero una hora y veinte minutos más temprano que lo habitual; y oscureció dos horas después de lo esperado para la época del año.

Al otro día se vio el alba cincuenta minutos más tarde que lo supuesto para los días más cortos de invierno; y el crepúsculo, casi a medianoche.

En lo sucesivo, hubo días en los que la luz del día duraba apenas un par de horas, y los almuerzos se disfrazaban de cenas.

También hubo días en los que el sol despuntaba en mitad de la noche, para volver a ocultarse minutos después, volviendo a asomarse con los primeros cantos del gallo.

Incluso la luna hacía lo que quería. Ya casi no salía de noche por preferir aprovechar el día; aunque nunca llegaba a verse por la claridad del cielo.

Desde ese día de Junio, y para siempre, en Buenos Aires los días nacen y mueren irregularmente.

Nadie espera que los negocios u oficinas abran y cierren exactamente a la misma hora todos los días, o que los colectivos y trenes pasen en el horario estipulado, o que la basura se recoja siempre con la misma frecuencia. Lo mismo pasa ahora con los días.

Es muy normal escuchar a la gente preguntarse “¿A qué hora anochecerá hoy?”, o “¿Te parece que para esa hora ya será de día?”, o “¿Y que hacemos si mañana no sale el sol?”. Y comentarios como “Ya me voy yendo por si se me hace de noche en el camino?”, o “¡Qué barbaridad, una noche de veintidós horas!”, u “Hoy cenamos otra vez con luz de día”, ya son moneda corriente. Lo único que regula los tiempos es el reloj, porque ya no se puede contar con las luces del cielo.

A partir de entonces, en la ciudad, éste y muchos otros fenómenos de la naturaleza dejaron de regirse por leyes para hacerse costumbres o rutinas, perfectamente violables o inexactas como las humanas, cómodamente postergables, olvidables, y sobre todo lo demás, fácilmente prescindibles.

(2003)

(foto Corbis)

Una respuesta



“Al fin y al cabo, somos lo que hacemos para cambiar lo que somos.”

Eduardo Galeano

Somos

cadáveres desalmificados

que laten por reflejo

y se mueven automáticamente

con un resto de energía conservada

de la época en que las estrellas no se habían agotado todavía,

y el cielo no se babeaba,

y los soles no sangraban tanto.


Somos

restos del banquete de otro tiempo.

Resacas de otros anoches.

Lágrimas de otros llantos

ajenos y ya llorados.

Sombras de otra sombra

hecha sin luz.

Hojas secas de otoños pasados.


No somos

lo que somos.

Somos

otra cosa.


Somos

lo que fuimos.


Seguimos siendo

lo que fuimos.

(mayo.2003)

Agradecerte




Algún día no quedará más que el inevitable y dulce remedio
de agradecerte
por el amor que nos hizo inmortales,
por el odio que nos hizo humanos,
y por todo lo demás.
(2006)
(foto H. Cartier-Bresson)

El cielo de Roma se cae



Así fue como los ojos hasta llenarse

lloraron puentes y ventanas de piedra,

bendiciones de muerte y belleza,

recuerdos de batallas sin victoria,

y riquezas de los dioses viejos.


Así sobre los oídos se desmayaron lenguas extrañas

y visiones fragmentadas

de un pensamiento que me mira a los ojos

con lengüetazos de plumas y huesos.


Y el cielo de Roma se cae

en una tarde sofocada

por la soledad

la tormenta

el incendio…

(2004)

(foto Ana Arcioni)



Te soñé desde la realidad

desde tu completa ignorancia

tu mejor frialdad

te soñé sabiendo que te soñaba

y reconociendo que te recuerdo tal cual sos

como una foto

te recuerdo exacta

en cada curva de tu cara

en cada aire de tu mirada

en la posición de tu cabeza

en la manera de exhalar cuando estoy cerca

en el lunar junto a tus labios

en cada detalle

te soñé como a una foto

certera y fiel a tu recuerdo

a tu imagen verdadera

al desierto de tus ojos transparentes

a tus hombros cansados, y tu piel agitada

a tu cara evasiva

y tu alma gigante e invisible.

Te soñé como a un camino

una ruta

impredecible y perenne

más real que vos misma

más ausente que siempre.

(2008)

Silencio compartido




te formé en quince hojas

quince días

miles de noches

y después sólo cultivamos silencio

un silencio quebrado

y compartido


el tuyo nació

porque faltaban palabras

porque tu voz no llegaba


el mío

porque sobraban

porque mi voz había

ya terminado de llegar




(2003)

(foto H. Cartier-Bresson)






Todo vuelve,
como el viento,
como el calor,
como la noche.

Todo vuelve,
como el dolor,
como la sangre,
como el rencor
todo vuelve.

Como las flores, aunque no son las mismas flores,
como las frutas, aunque no son las mismas frutas,
como el mar que no es el mismo mar,
como la lluvia que no es la misma lluvia.

Como la luz del día.
Pero no es el mismo día.

Y como el vómito.

Todo vuelve.
Y vuelve

a irse.
(2008)
(foto Ana Arcioni)

Vigilia




La noche

trajo dos soles

inmensos

y redondamente perfectos.

Incerrables

a fuerza de alegrías

pasadas

y oquedades

futuras.

Vivos

a fuerza de lágrimas

lloradas desde el borde

para adentro.

Callados

por fuegos de miedo

e incertidumbre.


La mañana

trajo la seguridad

(engañosa

de esperanzas)

y el sueño.

(enero.2002)

(imagen S. Dali)